Monday, December 24, 2012

La Última Travesura (1932)







La navidad es la fiesta más querida en nuestro país, que por tradición  se empieza a celebrar desde el 16 de diciembre, el inicio de la Misa De Gallo (Simbang Gabi). Termina el 6 de enero con la fiesta de los Reyes Magos (Tatlong Hari). Es costumbre de dar y recibir regalos (aguinaldos).

Mis padres me dieron esta acuarela.
La colgaré en la pared de mi casa.

Curiosamente, cuando mis abuelos eran pequeños,  no recibían sus regalos en Nochebuena o el día de Navidad, sino el 6 de enero con la llegada de los Reyes Magos. En la Víspera de Reyes dejaban sus zapatos en un lugar visible de la casa.  A la mañana siguiente, junto a los zapatos, encontrarían los juguetes.  

Aquí hay una historia de está vieja tradición navideña. 

Les deseo a todos una Feliz Navidad. ¡Maligayang Pasko!

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¡Noche de Reyes! ¡Noche de Magos! ¡Leyenda santa que proyecta sobre las almas infantiles la llama de la Divina Ilusión! ¡Milagro que hace florecer los balcones y las cuaja de mercedes caídas de cielo!...

La abuela, en su lecho, con los ojos abiertos pensaba en los niños — criaturas de Dios — que estarían durmiendo con la sonrisa en los labios esperando ansiosos el amanecer para ir a correr y ver los regalos traídos por los Reyes. Pensaba en los hombres-niños que ya no creerían en los Reyes Magos pero todavía conservaban muy adentro el recuerdo de la Divina Ilusión y la sentían una y otra vez rediviva a lo largo de la Vida. Y pensaba en los nietos…

Tenían razón. Al día siguiente se iban a marchar definitivamente, y ella estaba ya resignada a volver a su antigua soledad, porque comprendía que tampoco podían estar con ella para siempre. La despedida tenia que venir. Ya había sabido mostrarse brava. Esta misma noche, durante la cena, ya anunciada la marcha de todos para el día siguiente, ella había sugerido que debían coronar con algo memorable la estancia con la abuela. Los nietos, muy conformes con la idea, se rompían la cabeza pensando en “algo memorable” hasta que Estrella, muy traviesa y también muy imaginativa, se dio un golpetazo en la frente y exclamó:

— Ya, ya lo tengo…
— ¡Pse! Alguna tontería — la desdeño Juan…
Le sacó la lengua Estrella. El envidioso!... Y, pues, sí tenía una idea, una espléndida idea…
—Vamos, vamos niña… ¿qué es? — pregunto la abuela…
— Pues esto; que nosotras, las chicas, vamos a poner nuestros zapatos en las ventanas y los chicos…
— ¡De Reyes Magos!...¡Magnifico!... —aplaudió Enrique, —Yo voy a ser Melchor…
— Y yo, Gaspar…
— Y yo, Baltazar…

Y así blanqueaban a esta hora los zapatos en las ventanas del comedor. Del comedor precisamente porque eran las ventanas mas accesibles para los Reyes Magos.

Y la abuela le daba vueltas en la cabeza a una idea traviesa, una idea picaresca. ¡Oh, su lejana juventud… Sólo con pensar en “la idea” se sentía remozada, devuelta a las energías juveniles. Sí, sí lo haría, ¿por qué no? Sería una broma y si, por alguna casualidad cuajaba mejor que mejor. Así habría contribuido a la felicidad de sus nietos; así habría hecho renacer la Divina Ilusión…

Saltó del lecho, muy quedamente. Encendió la luz. Rebuscó en los cajones. Luego, satisfecha, se puso a dar cuerpo a “la idea”…

Al día siguiente, durante el desayuno, la abuela fue mirando uno por uno a los nietos. Y  ¡temblaba! … ¡temblaba!

Ellos, muy extrañados. Ellas, muy serias. Y dentro de la seriedad, la Divina Ilusión  palpitando en promesas de felicidad. Una Divina Ilusión, tan evidente, que la abuela se sentía rejuvenecer. Y era obra suya ¡obra de sus sesenta años! Porque ella, la noche pasada, la noche de Reyes, había querido ser una Maga y había colocado en los zapatos… ¡cartas de amor!

Enrique K. Laygo
Excelsior, Manila
20 de marzo de 1932

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