Sunday, September 15, 2013

La Oveja de Nathán (1922) - Segunda Parte


No hay nada como encontrar un libro hispanofilipino en una tienda de libros, porque usualmente hay la mar de libros en inglés, pero ningún libro en español. Uno de las mejores librerías para hallar obras filipinas, es la librería Popular, situada en la Calle Tomas Morato, Ciudad Quezón. La tienda tiene un ambiente agradable y uno se siente como transportado a un lugar solitario, alejado del caos y ruido de la ciudad.


Mi foto de la tienda «Popular Bookstore», 
situada en la Calle Tomas Morato, Ciudad Quezón.


El libro que todo el mundo dice “la cumbre de la novela filipina en español”, pero que casi nadie se ha leído, está disponible ahora.

Anteriormente, yo había estado buscando la novela olvidada Oveja de Nathán en muchos sitios sin suerte cuando por fin, me encontré el libro en esta librería.  El precio de venta de una edición de tapa dura es 2,200 pesos y de tapa blanda 600 pesos. Fue publicado en una edición bilingüe (castellano e inglés) en Julio de 2013, por medio del esfuerzo de Doña Georgina Padilla y Zóbel.

Aparte de esta tienda, se puede adquirir el libro en el Museo de Ayala, ubicado en la ciudad de Makati, y  también se puede comprarlo por Internet (vibebookstore.com)

Museo de Ayala


Durante un mes, todas las noches, después de la cena, yo leía el libro. Al contrario de muchas novelas modernas, la de Antonio Abad tiene un lenguaje formal y florido – rica en simbolismos y metáforas. A veces el texto es complicado de leer. Pero el libro no te aburre si te gusta leer la historia política de Filipinas o las costumbres sociales de esa época.  A través de sus personajes principales, Don Benito Claudio de Hernán González y Mariano Bontulan, el autor nos brinda su opinión y mirada crítica acerca del imperialismo norteamericano.

Aquí está el enlace de mi entrada anterior sobre el libro: La Oveja de Nathán (1922) El siguiente es otro fragmento de la novela. 
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Portada original de la novela
     Hernán González cerró lentamente la Biblia. Paseó una mirada en torno suyo y habló:

     —Ahora, más que nunca, está más lejos el día de nuestra libertad. Después de la guerra, América se ha hecho excesivamente poderosa. Como David, es temida de sus enemigos, y respetada de sus amigos. En los campos de guerra de Europa, afirmó rotunda su personalidad de potencia de primer orden, y ahora, en la embriaguez de su triunfo, desea afirmar todavía más esta personalidad, haciendo pesar su poder sobre aquellos pueblos, que por débiles, no pueden oponer una arrogancia a sus arrogancias. América lo tiene todo, pero no está satisfecha. ¿Qué no pueden alcanzar su dinero y su poder? Todas las naciones le deben; en cambio ella no debe a nadie. Todo se halla en manos de América. Alejandro Magno soñó un día con fundar un imperio universal, cuya capital fuera su reino de Macedonia; César, Carlomagno, Carlos V, Napoleón, todos los grandes tiranos, también quisieron empuñar el cetro del domino de toda la tierra. pero desde Alejandro Magno a Napoleón, todos han fracasado. En cambió América, con sólo el poder de su oro, ha realizado lo que ninguno de los capitanes de los siglos precedentes logró jamás, con la punta de sus aceros. ¿Qué le falta a América? Nada. Y sin embargo, teniéndolo todo, poder, riquezas, todo lo que puede desear una nación por satisfacer su vanidad, América priva de libertad a un pobre país pequeño y débil, que nada aprecia más en la vida que su misma libertad.  Se ha portado lo mismo que el rico de la parábola de Nathán que, teniendo muchos bueyes y ovejas, cuando un forastero llegó a su casa, le obsequió, no con las ovejas de su redil, sino con la única ovejita del vecino pobre y desvalido, de aquella cintura que “había crecido en su casa, entre sus hijos,” y era querida “comos si fuese hija suya.” ¿Quién será el nuevo profeta Nathán, que arrojará al rostro del moderno David la fealdad de su conducta? ¿Quién le dirá que de su casa no se apartará la espada de la muerte, amenazándole con el castigo del cielo, que atrae siempre toda injusticia y tiranía? ¡Nadie, Mariano, nadie! Juan de la Cruz es el pobre de la parábola de Nathán; Filipinas es la ovejita codiciada por el rico, su vecino. América, rica, poderosa, temida y respetada, quiere dar un banquete a sus amigos, para afirmar su poderío y su prestigio, y en este banquete obsequia a sus invitados con un magnífico lato, hecho con la carne y los jugos de una ovejita, arrebatada de un vecino inerme —el riquísimo plato de Filipinas, que es la corderita querida del infeliz Juan de la Cruz.


Antonio M. Abad
1922